Tengo algo que confesarles: soy fan de los emojis. Aunque al principio me burlaba de mi madre por usarlos en exceso, hoy respondo tweets, SMS, mensajes de Whatsapp y hasta emails con una simple carita.
Pero he aquí la novedad: no solo las personas nos hemos vuelto adictas a esta manera de expresarse –que para mí tiene mucho más de analógica que de digital– sino que también las empresas han empezado a tomar nota de esto. Como Facebook, que respondió al pedido de más botones que el simple «Me Gusta» apelando a una serie de emojis (o emoticones, para los de la vieja escuela) con los que podemos expresar cómo nos sentimos.
Los emojis (y sus primos los stickers, GIFs, filtros de Snapchat o cualquier tipo de manifestación visual rápida y efectiva) son una forma más humana de expresarnos que el texto puro y duro, y como tal, no es de extrañar que veamos un cambio del texto al emoji (o una combinación de ambos), similar a cómo Whatsapp nos alejó un poco de lo escrito hacia el audio, si más no sea dentro de su propia plataforma.
Hacer marketing digital significa muchas veces aprender a hablar el idioma de nuestro público, y los emojis son una oportunidad para entender a quienes nos estamos dirigiendo, y hasta de entender más rápidamente sus tendencias y preferencias.
Además de monitorear qué palabras se están diciendo en nuestra comunidad, monitorear el lenguaje visual alrededor de la misma se vuelve entonces una práctica que ya no podemos ignorar.
¿Quieren dar un paso más allá? Entonces en vez de solo mirar qué imágenes o emojis se están compartiendo, es hora de empezar a incorporarlos no solo en nuestros textos, sino en nuestras propias piezas gráficas. Emojis, stickers o GIFs deberán ser tan normales como un link o un hashtag.
Podemos hacer uso de los ya existentes, o, para los más arriesgados, diseñar visuales propias que puedan volverse la bandera de la marca en las redes sociales.
¿Demasiado informal? Seguramente sí. Y eso, en el mundo en que vivimos, no tiene nada de malo.